Después de dudar entre varios sitios para ir a comer, la elección fue curiosa
encontrar un sitio para hacer última comida en la zona, fue realmente difícil. Queríamos conjugar varias cosas: vistas al lago, parco giocchi en los alrededores, buena comida, e innovación.
Varias veces hemos ido a Santa Caterina del Sasso, y sabemos que los dos primeros requisitos los cumple, pero el tema de la restauración no lo teníamos claro porque los criterios de apertura del bar y del restaurante eran algo arbitrarios. De camino, pensamos ir a comer a Arolo, el primer resturante donde fuimos a cenar y empezamos nuestra aventura culinaria por estas partes. Empezar y acabar en el mismo sitio hubiera estado bien. Sin embargo, el restaurante de Santa Caterina estaba abierto y decidimos probar.
Las vistas sean del lago o del parco giocchi, son siempre relajantes, y nos sorprendió ver que el resturante sirve de training para aprendices de camarero. De hecho, cada vez que venía un camarero venían tres, y entre todos no hacían uno. Pero se veía buena voluntad en los chavales. Recomendamos el antipasto compuesto de salumi, bien presentado y bueno. La pasta nos gustó, pero il piccolo se agenció los tagliatelle al ragú y nos dejó a nosotros dos a compartir el otro plato de pizzoccheri. Cuando lo vemos comer nos maravillamos.
Lo mejor el precio: 2 calice di vino rosso, tagliere di salumi (abbondante), tagliatelle al ragú, pizzocheri, coperto, pane, acqua grande, 2 caffe e un gelato: 36 euros, y la experiencia de ver a los chavales aprendiendo.
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